lunes, 17 de octubre de 2016

ELEVADO A LOS JARDINES XVII: Andrew Miller acaba con el relativismo.

A estas alturas nadie duda de mi absoluta devoción por los Medias Rojas. Todo el mundo sabe que soy un fiel y buen patriota de la Red Sox Nation, pero parece que hay vida más allá de Fenway. Para hablar de ello nace Elevado a los jardines.



Un canasta de baloncesto tiene un diámetro de 45,7 centímetros y está situada a 3,05 metros de altura. Una portería de fútbol mide 2,44 x 7,32 metros. Y una red de tenis debe tener una altura de 0,914 metros. La mayoría de los deportes, por no decir todos, utilizan medidas concretas para delimitar aspectos de su juego. Todos menos el béisbol. En el deporte de la pelota nos encontramos con que el elemento determinante que marca el devenir del juego es totalmente relativo. La zona de strike no tiene unas medidas estándar. 

Es un espacio imaginario que va aproximadamente desde las rodillas hasta el pecho (o las axilas) del bateador. No hay dos zonas de strikes iguales. Dependiendo del tamaño y de la postura que un jugador adopte en el cajón de bateo la zona de strike variará sus dimensiones. Además hay que tener en cuenta a los umpires, que dependiendo de su criterio agrandaran o empequeñecerán todavía más la zona. Y a los catchers, que con su habilidad para maquillar la recepción podrán meter en la zona de strike lo que parecía fuera. 

Tan flexible y relativo es el tamaño de la zona de strike que lo que a los pitchers se le antoja diminuto a los bateadores les parece enorme. Los primeros viven obsesionados con conseguir "agrandarla", mientras que lo que quita el sueño a los segundos es "reducirla". 

El curioso caso de Eddie Gaedel sirve para ilustrar esta titánica lucha por reducir el tamaño de la zona de strike. Eddie  jugó con los St. Louis Browns y solo disfrutó de un turno al bate durante su corta carrera. Fue un domingo de agosto de 1951. Eddie salió como leadoff y después de ver solo cuatro lanzamientos avanzó hasta la primera base donde fue sustituido. Eddie era una "enano". Apenas media un metro y su zona de strike era francamente diminuta. Es el jugador más bajo en la historia de las Mayores. 

En estos playoffs estamos viendo como un jugador acaba con el relativismo que rodea a la zona de strike. Su nombre es Andrew Miller. En 7.2 entradas lanzadas ha conseguido 17 strike outs. Cuando él sube a la lomita las siempre flexibles medidas de la zona de strike se convierten en un concepto absoluto y de dimensiones desproporcionadas. Los bateadores se encuentran ante una zona que no pueden abarcar y todo lanzamiento que sale del brazo izquierdo de Miller se convierte en strike. 

Poco importa que haya tenido que enfrentarse a dos de las ofensivas más peligrosas de la MLB. Las ha destrozado. Los bates rivales van al cajón como corderos al matadero. Sabedores de que poco se puede hacer cuando la zona de strike ha adquirido unas dimensiones que van más allá de su entendimiento. 

Con un arma así los Indians parecen imparables. 

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