miércoles, 12 de octubre de 2016

La ofensiva de los Red Sox se hizo "la picha un lío" ante los Indians.



La decepción es absoluta. Un equipo que antes de empezar los playoffs tenía ese "no sé qué" de campeón, esa magia que hacía que muchos soñáramos con unas cuartas World Series para Ortiz en el año de su despedida ha sido barrido sin apenas competir.

A la hora de buscar culpables todos los dedos apuntan a los abridores. Ni Porcello, ni Price, ni por supuesto Buchholz estuvieron a la altura. Ninguno de ellos pasó de la quinta entrada y el ERA combinado de los tres fue de 9.26.

A cambio el bullpen si que respondió. No importó que los relevistas tuvieran que hacer un sobreesfuerzo para suplir el mal papel de la rotación. En las 13.1 entradas que lanzaron tuvieron una efectividad de 1.35 y lograron 17 ponches con solo 3BB.

De esta manera Boston "limitó" a la ofensiva de los Indians a lograr cinco, seis y cuatro carreras en cada uno de los tres partidos que tuvo la serie. Es un número elevado de anotaciones, de eso no hay duda, pero pensemos que el ataque de Boston promedió 5.42 carreras por partido durante la temporada regular . Si los bates hubieran estado a ese nivel los Red Sox podrían haberse llevado al menos uno, sino dos, de los juegos.

La pregunta es ¿a qué se debe el mal rendimiento de los bates? ¿Cómo es posible que un equipo que lideró las Mayores en carreras, promedio de bateo, embasado y slugging haya anotado siete carreras en tres partidos con una línea de bateo de .214/.278/.378?

La respuesta es sencilla. Han estado perdidos. Los Red Sox salieron especialmente agresivos en el primer choque, decidieron ser más pacientes en el segundo y en el tercero ya no sabían ni que hacer.

Con un K% de 18.4 Boston es el tercer equipo que menos se ha ponchado durante la temporada regular. El lineup no ha estado obsesionado con los home runs y ha sabido combinar la paciencia en el plato con el contacto y el poder para convertirse en un ataque temible.

En el primer choque en Cleveland los Red Sox "traicionaron" su estilo. Salieron pasados de revoluciones e intentado buscar contactos muy duros a cada pitch. Este ansia por mandar la bola a las gradas hizo que catorce de los treinta y siete bates que pasaron por el cajón salieran ponchados. Esto es un K% de 37.8, muy superior al habitual. Es cierto que Benintendi, León y Holt consiguieron un homer cada uno, pero a cambio  Pedroia, Betts, Ortiz, Bogaerts y Bradley se combinaron para un 2 de 20 y 11K's.

Parece que antes del segundo partido se decidió ser más paciente. Los ajustes en los bateadores llevan tiempo y evidentemente la cosa no funcionó. Tener a Klubler enfrente tampoco ayudó. El ace de los Indians lanzó siete entradas con otros tantos strikes y solo cedió tres hits. Es cierto que los Red Sox consiguieron hacer bastante contacto, pero eran lineas débiles que morían en los guantes de Lindor o Napoli. La agresividad mal digerida del partido anterior se convirtió en una desesperante bisoñez.

En la vuelta a Fenway, con una remontada heroica en el horizonte, se produjo el último y definitivo colapso. Tomlin abría para los Indians. No se puede decir que sea un pitcher élite, ni siquiera un dos o un tres. Es un hombre que simplemente completa rotaciones. No destaca por nada. No lanza potente, ni tiene una bola curva de las que dejan en ridículo, pero posee un gran control. Nunca pierde de vista la zona de strike. Con 1.03 walks cada nueve entradas es el abridor que menos bases por bolas ha cedido en las Mayores este 2016. Contra el lineup de los Red Sox se limitó a meter la bola dentro y ver que pasaba. Lo que pasó es que los bateadores la veían pasar sin encontrar contactos adecuados. Hubo hasta tres strikes clarísimos en que los jugadores de Boston ni siquiera abanicaron.

Por la boca muere el pez.

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