sábado, 2 de abril de 2016

ELEVADO A LOS JARDINES V: La vida pirata es la vida mejor.

  A estas alturas nadie duda de mi absoluta devoción por los Medias Rojas. Todo el mundo sabe que soy un fiel y buen patriota de la Red Sox Nation, pero parece que hay vida más allá de Fenway. Para hablar de ello nace Elevado a los jardines


"La vida pirata es la vida mejor. Sin estudiar. Sin trabajar".

La primera frase si que sería aplicable a los Pittsburgh Pirates. Después de años de deambular sin rumbo (solo un joven Barry Bonds les dio ciertas alegrías) han pasado a formar parte de la nobleza de la liga. Ya son tres años consecutivos clasificándose para playoffs. Lo que no es tan cierto es la segunda parte de la canción. Para estar donde están la franquicia de Pennsylvania se lo ha tenido que currar. Y mucho.

Los Pirates fueron durante muchos años el orgullo de la ciudad. Creados en 1882 bajo el nombre de Allegheny pasarían a adoptar su actual denominación en 1891. Desde el principio mantuvieron una fuerte rivalidad con los Phillies, una confrontación que escenificaba el fuerte contraste entre las dos ciudades más importantes del estado. Por una lado estaba Philadelphia, la capital, la ciudad culta y administrativa de los Padres Fundadores. Por otro lado estaba Pittsburgh, una blue collar city entregada en cuerpo y alma a la industria metalúrgica.

Clemente, figura de los Pirates.
Los Pirates nunca fueron la franquicia más exitosa del béisbol, pero consiguieron conquistar cinco Series Mundiales entre 1909 y 1979. Además encontraron en Roberto Clemente a un auténtico fenómeno de masas. Un líder dentro del campo y un personaje que gracias a sus obras benéficas se convirtió en la imagen de la ciudad. Quizás fuera la trágica muerte del portorriqueño en 1972 lo que provocó que la franquicia empezará a perder el rumbo. Al mismo tiempo el corazón de la ciudad era ocupado por los Steelers. El equipo de football, con un nombre que homenajeaba el pasado obrero de Pittsburgh, se convertía en el auténtico orgullo de la ciudad de los puentes.

La larga travesía por el desierto de los Pirates acababa de empezar. Entre 1980 y 2012 limitaron a tres sus apariciones en octubre. Solo a principios de los noventa, con Leyland como entrenador y con Barry Bonds como estrella incipiente, consiguieron ciertos éxitos. Pero la marcha del gran bateador a la bahía trajo a la mediocridad de vuelta.

En 2007 Robert Nutting compró la franquicia y le cedió el control de la parcela deportiva a Neal Huntington. Huntington decidió apostar duro por la granja, empezar la reconstrucción desde abajo, sin prisas. Al mismo tiempo fue introduciendo el análisis sabermétrico y nuevos conceptos médicos en el día a día de la organización.

En 2011 llegó el momento de la prueba del algodón. La maquinaría parecía engrasada y solo hacía falta un último empujón. El fichaje de Clint Hurdle, que había alcanzado las Series Mundiales del 2007 con los Rockies, debía suponer el salto cualitativo definitivo. Y así fue. Con el nuevo manager se han conseguido tres temporadas consecutivas con presencia en los playoffs.

Una parte importante del éxito reciente de los Pirates se basa en los nuevos métodos utilizados por el departamento médico. Pittsburgh no puede competir con Yankees, Dodgers o Red Sox en la agencia libre, pero si puede hacerlo en el plano de la medicina. De que sirven las estrellas con contratos millonarios si están lesionadas. La mejor inversión, se dicen los Pirates, es tratar de mantener el roster tan sano y fresco como sea posible.

Los médicos de la franquicia se dedican a monitorizar a los jugadores con el objetivo de detectar riesgos de lesión y limitar los esfuerzos. De manera diaria Hurdle recibe los niveles de fatiga de sus jugadores y en función de estos fija las alineaciones.

Un shift con los infielders volcados a la izquierda.
Otro detalle importante introducido por Hurdle y su gente han sido los shifts. Esa jugada defensiva en que la mayor parte de los jugadores cubren una parte del campo (dejando otra libre) porque conocen la tendencia del bateador a golpear siempre en esa dirección. Esto era algo relativamente frecuente, pero los Pirates lo han perfeccionado hasta limites insospechados. De hecho los shifts utilizados por el equipo en 2013 fueron imitados por toda la liga en 2014. Tal ha sido la popularización de esta práctica que Rob Manfred ha dejado caer que se podría ilegalizar o limitar su uso en un futuro.

Otra de la piedras angulares del éxito ha sido el pitcheo del equipo. Y buena parte de culpa la tiene Ray Searage, el pitching coach. Searage fue un relevista del montón durante los ochenta, y tampoco su carrera como entrenador empezó con mucho lustre. De hecho llegó a los Pirates como interino para acabar haciéndose con el cargo una vez que llegó Hurdle.

No sabemos que les hace a los lanzadores, pero logra que el rendimiento de jugadores que parecían en declive vuelva a ser positivo. Liriano, Burnett, Volquez o Happ son claros ejemplos. Además hay que añadir la construcción de un bullpen que el año pasado logró el ERA más bajo de la MLB o el gran trabajo realizado con Cole. El joven diestro apenas ha necesitado dos años para convertirse en uno de los mejores pitchers del momento.

Searage tiene un nuevo reto esta temporada. Morton, Happ, Burnett y Vorley ya no están. Estas cuatro bajas supusieron el cuarenta por ciento de las aperturas de los Pirates en 2015. En su lugar han llegado Nicasio, Niese y Vogelsong. Ninguno de los tres viene de hacer grandes temporadas.

El 2016 no presenta un panorama muy halagüeño. En una NL Central que los Cardinals dirigen con mano de hierro y en la que los Cubs se postulan como joven e impertinente aspirante todo parece cosa de dos. Si los Pirates quieren luchar van a tener que seguir innovando. Han demostrado que son capaces.

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