El 4 de julio los Red Sox se unieron a la fiesta nacional e hicieron que su ofensiva, prácticamente desaparecida en junio, volviera a brillar. La particular aportación del equipo de Boston a los petardos y cohetes que se lanzan en este día fueron veintiún hits y cuatro home runs. Holt, Shaw, Betts y Pedroia la mandaron a las gradas de Fenway. La otra figura del encuentro fue el venezolano Sandy León, que volvió a conectar cuatro imparables.
En la primera entrada la apertura de Porcello generó de todo menos buenas sensaciones. Hasta cinco sencillos de la ofensiva de los Rangers permitían que Desmond, Beltre, Fielder y Odor llegarán al home y tomaran una ventaja de cuatro carreras. Después de dos sorprendentes y consecutivas derrotas ante los Yankees todos se ponía de cara para los de Texas.
Los Red Sox, aún heridos en el orgullo por la paliza ante los Angels el pasado sábado, se resistieron a una nueva derrota. Los bates se pusieron a producir como locos y ayudados por un sol que cegaba a los jardineros de los Rangers gestaron la remontada. En la tercera los locales ya le habían dado la vuelta al marcador y mandaban 4-5. A partir de este momento todo fue "coser y cantar". Banister dio el partido por perdido y no quiso quemar al bullpen. El único relevo de los tejanos fue Roth, que cedió otras seis carreras más pero ayudó a que sus compañeros estén frescos para el resto de la serie.
Martes 5 julio. Rangers 7-2 Red Sox.
Ni los seis flamantes All-Stars de los Red Sox pudieron evitar la derrota. En el día en que se conocía que Ortiz, Bogaerts, Betts, Bradley, Wright y Kimbrel iban a estar en el Juego de las Estrellas de San Diego Boston se reencontró con la derrota.
Que a tu pitcher le conecten un home run en su primer lanzamiento de la noche no es buena señal. Augura que algo malo está por venir. Esto es lo que le pasó a Price. Se estrenó en el partido con una bola rápida que Choo mandó a los bleachers de Fenway. Antes de terminar el primer capítulo el ace de los Red Sox concedió otra carrera más. A pesar de este mal inició el zurdo supo reponerse y aguantó ocho entradas completas sobre el montículo en las que únicamente encajó otra carrera y ponchó hasta a diez bateadores de los Rangers.
Los bates supieron hacer daño a Griffin, el abridor de Texas. Consiguieron anotarle dos carreras que empataban momentáneamente el juego y obligaron a que se retirara al final de la cuarta cuando su conteo ya estaba en los 96 lanzamientos. Este le daba a la ofensiva de los Red Sox cinco maravillosas y larguísimas entradas contra uno de los peores bullpens de la Liga Americana. No hubo manera de aprovecharlo. En total Boston dejó a catorce corredores en bases.
En la novena, con un 3-2 en contra, Kimbrel subió a la lomita con la misión de no ceder anotaciones y darle a los bateadores un último cartucho. Fracasó estrepitosamente. Concedió cuatro carreras y por primera vez desde su debut fue sustituido sin haber logrado un solo out. Es curioso el rendimiento del closer esta temporada; su ERA es de 1.45 en situaciones en la que debía conseguir el save y de 6.75 cuando cerrar el partido no estaba en juego. Quiero creer que solo es casualidad.
Miércoles 6 julio. Rangers 6-11 Red Sox.
Cuando te enfrentas a una ofensiva como la de los Red Sox lo peor que puedes hacer es dar oportunidades extras en el cajón. Esto es lo que los Rangers permitieron en este partido y le salió muy caro. En la segunda entrada tres errores prácticamente consecutivos de sus infielders más fiables, Odor, Beltre y Andrus, daban a Boston una ventaja de seis carreras (1-7).
Los bates petirrojos ya habían empezado enchufados en la primera. Ortiz había saludado a Fenway con su vigésimo cuadrangular de la temporada para recordarnos a todos que su presencia en el All-Star no es un premio en el año de su retirada, sino que se ha merecido cada uno de los votos que lo llevaran a su décimo y último Partido de las Estrellas.
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Esta ventaja sumió a los Red Sox en el conformismo y espoleó al equipo de Texas. La segunda parte del choque estuvo totalmente dominada por los visitantes, que sostenidos por sus relevistas, metieron el miedo en el cuerpo de la afición de Boston. Afortunadamente el colchón fue suficiente y los Red Sox se llevan una serie que da motivos para el optimismo.
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