viernes, 20 de enero de 2017
Un recuerdo para Nomah.
David Ortiz ha sido catártico para los Red Sox. Su llegada en 2003 cambio el rumbo de una franquicia maldita y cuando apenas pasan unos meses de su retirada podemos decir que es el jugador más importante en la historia de los Red Sox. Se podría decir incluso, que uno de los más importantes de las Mayores. Y no por sus números, sino por ser quien es. Por ser Big Papi.
Su sonrisa, su buen rollo, sus home runs, sus tres World Series y su discurso tras los atentados de la Marathon de Boston han inundado la idiosincrasia de Fenway Park sacando cualquier recuerdo anterior a su llegada. Ortiz es los Red Sox y los Red Sox son Ortiz.
Pero hubo un tiempo, no hace tanto, en que los héroes de Fenway eran tipos bien distintos. Secos. Callados. Trágicos. Hombres que luchaban contra los Yankees y el fantasma del Bambino en una guerra desigual que siempre terminaba igual. En derrota. Aún sabiendo esto asumían su destino y lo enfrentaban estoicos.
Hablo por supuesto de Ted Williams y Carl Yastrzemski. De Johnny Pesky, Carlton Fisk o Dom "El Otro" DiMaggio. Y de Nomar Garciaparra, quizás el último de esa larga lista de héroes trágicos que aguantó sobre sus hombros todo el pesimismo de la Red Sox Nation.
La historia de amor entre Nomar y los Red Sox empieza en 1994, cuando la franquicia de Nueva Inglaterra utilizó su primera elección del Draft para seleccionar a un shortstop procedente de Georgia Tech. El nivel de Garciaparra ya había quedado patente en el béisbol universitario. Él y otro Red Sox ilustre, Jason Varitek, habían guiado a los Yellow Jackets hasta la final de la NCAA, donde fueron derrotados por Oklahoma. Pese a no hacerse con la victoria Nomar fue incluido en el All-Tournament Team.
En 1996, después de dos años en las menores, hizo su debut en el Gran Show. No tenía las cosas fáciles. Por aquel entonces John Valentin estaba más que asentado en el campo corto y venía de completar su mejor temporada como profesional. Un año bastó para demostrar su valía. En el '97 ya empezó como titular indiscutible y Valentin fue reubicado en la segunda base primero y en la tercera después.
Su impacto fue inmediato. En su primera campaña en las Mayores fue al All-Star y ganó el galardón de Novato del Año. Era una auténtica máquina de sacar hits y con bastante más poder de lo que su físico podría indicar. En 1999 y 2000 ganó el título de bateo de forma consecutiva, algo que no conseguía nadie desde (agárrense los machos) que Joe DiMaggio lo lograra en un béisbol en blanco y negro. En esas dos campañas promedio .357 y .372 con 27 y 21 home runs respectivamente. Tan temido llegó a ser en el cajón que en el 2000 recibió 20 bases por bolas intencionadas.
Entre su debut en 1997 y su último año completo en Boston, 2003, apareció hasta en cinco ocasiones en el Top 10 de las votaciones para el MVP y acumuló otras tantas apariciones en el Juego de las Estrellas. Esto tiene especial mérito si tenemos en cuenta que aquellos años la posición de shortstop gozaba de una excelente salud: Ripken Jr. agotaba su carrera con los Orioles, Jeter se estaba estableciendo como el jugador franquicia de los Yankees y A-Rod se convertía en el pelotero mejor pagado de la historia.
Nueva Inglaterra se enamoró de él. Dejó de ser Nomar y se le rebautizó como Nomah, haciendo un pequeño chiste con el acento de Boston. Jimmy Fallon, por aquella época en Saturday Night Life, aparecía con su camiseta en algunos sketches y protagonizó una de las portadas más "alucinantes" de Sports Ilustrated.
Por no hablar del emotivo saludo entre él y Ted Williams en el All-Star celebrado en Fenway. Fue como un traspaso de poderes. Parecía que tras esa sacudida de manos Garciaparra iba a poder completar una temporada con un promedio de bateo superior al .400, algo que solo Williams ha conseguido en los últimos ochenta años. Pero toda historia de amor tiene su final.
En julio de 2004 Theo Epstein decidió traspasar a Nomar. Epstein llevaba un año escaso como General Manager de los Red Sox y tomó una decisión arriesgada. Una que podría haber hundido su carrera. Realizó un trade a cuatro bandas que acabó con Garciaparra en Wrigley Field y Orlando Cabrera en Boston. La cosa salió bien para Boston y a Theo. Todos conocemos esa historia. Para Nomar todo fue bien distinto. Para él empezó una peregrinación por varios equipos en los que no volvió a rendir al nivel esperado y con las lesiones como compañeras de viajes.
Después de un año y medio gris en Chicago firmó por los Dodgers. Fue en la ciudad de su infancia donde recuperó algunas buenas sensaciones. En 2006, cuando las lesiones respetaron algo un cuerpo que había demostrado mucha fragilidad, logró participar en el sexto All-Star de su carrera y llevarse un premio que habla mucho de su pobre rendimiento en las temporadas anteriores: Comeback Player of the Year.
En 2008 terminó la relación de Nomar con los Dodgers y todo apuntaba que había sido su última temporada en las Mayores. Pero el destino quiso que los A's le ofrecieran un contrato de un año que le permitió volver a jugar en Fenway por primera vez desde 2004. Los Red Sox eran un equipo completamente distinto al que él había conocido. Eran un equipo ganador que después de 86 años de desdichas había ganado las Series Mundiales en 2004 y 2007. A pesar de los triunfos los aficionados no le habían olvidado y cuando salió a batear le recibieron con una emotiva ovación.
Aún con los problemas físicos de los últimos años los números de Nomar son superiores a los de otros shortstops con más nombres que él. Su OPS y wRC+ son mucho mejores que los de Ripken Jr. o Jeter. Incluso en defensa, donde no destacaba especialmente, era mejor que el 2 de los Yankees. Es una pena que una carrera que en 2003 estaba irremediablemente destinada a acabar en el Hall of Fame se viera truncada por las lesiones.
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