A estas
alturas nadie duda de mi absoluta devoción por los Medias Rojas. Todo
el mundo sabe que soy un fiel y buen patriota de la Red Sox Nation, pero
parece que hay vida más allá de Fenway. Para hablar de ello nace Elevado a los jardines.
Una mañana de diciembre de 1941 Estados Unidos se estremecía. La Armada Imperial Japonesa había atacado la base naval de Pearl Harbor. "Una fecha que vivirá en la infamia", diría el presidente Roosevelt.
La psicosis cundió por todo el territorio Norteamericano y los japones se convirtieron en el enemigo público número uno. Se habló de un posible levantamiento militar de japoneses de segunda generación en San Francisco y de una ataque aéreo sobre Los Ángeles. Todo puros bulos que los sectores conservadores aprovecharon para crear una ola de racismo que llegó hasta el Gobierno Federal.
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Propaganda anti japonesa elaborada en USA durante la IIGM. |
Se habla de hasta 120.000 americanos de origen japonés que fueron recluidos en campos de concentración construidos en California, Arkansas o Colorado. Incluso se obligó a que países como México, Colombia o Ecuador enviaran a su población de origen japones a dichos campos.
Para el recuerdo quedará "1941". La brillante película de Spielberg en la que con mucha coña y altas dosis de mala ostia se recrea lo que podría haber sido un ataque marítimo en el área de Los Ángeles.
Setenta y cinco años después un japonés es el ídolo de la City of Angels. Nadie se acuerda de los "sucios japos" que amenazaron el american way of life y masacraron a los buenos muchachos de Wisconsin o Nebraska en el Pacífico.
Kenta Maeda llegó a las Grandes Ligas como una estrella con muchas comillas. Fue un pitcher dominante en Japón pero había incógnitas sobre su rendimiento en América. Cuatro aperturas con los Dodgers han bastado para acabar con todas las dudas.
Comparado con los abridores que se acostumbran a ver en la MLB el japonés parece un niño. Tiene un físico delicado, más propio de un bailarín que de una "mula" del montículo. Su fastball apenas supera las 90 millas, un absurdo en un béisbol en el que no eres nadie si no llegas a las 95. Pero entonces descubres su magia.
Pone la bola donde le da la gana. Estudia a los bateadores. Localiza esa zona donde son incapaces de batear y manda la blanca allí. La colocación no es su única arma, sino que también es capaz de variar considerablemente la velocidad de sus lanzamientos al tiempo que los dota de movimiento lateral o vertical. Una auténtica pesadilla cuando estas en el cajón.
Los números lo dicen todo. En 25.1 entradas distribuidas en cuatro aperturas solo ha concedido una carrera. Le están bateando con un rídiculo .189 y el contacto que le hacen son bolas suaves y rodadas que los infielders recogen sin grandes complicaciones.
Maeda está causando sensación. Su físico frágil, su irrupción desde el extranjero y la particularidad de sus lanzamientos han hecho que algunos se acuerden de otra leyenda de Los Ángeles Dodgers. Ese mexicano bajito y pasado de peso que desató la "Fernandomania" a principios de los ochenta.
Ahora mismo Los Ángeles esta a pies de Maeda. Ni la inminente llegada de los Rams ni la marcha de Kobe están haciéndole sombra al abridor. Lo que no consiguió Yamamoto al frente del ejercito Japonés lo ha conseguido Kenta Maeda.
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