viernes, 23 de octubre de 2015

¿Por qué? Resumen del desastroso 2015 de los Boston Red Sox.

A día de hoy son pocas las cosas novedosas que se puede decir sobre la decepción que ha sido la temporada de los Red Sox. El equipo perdió toda opción de estar en postemporada a finales de mayo y desde entonces se vienen aireando las carencias y deficiencias del roster. Una rotación limitada con gente que ha rendido por debajo de lo esperado. Un bullpen malo en el que solo dos piezas trasmitían confianza. Fichajes multimillonarios que han sido un auténtico pufo. Una plantilla descompasada en la que jóvenes prometedores y veteranos crepusculares no se han entendido.

Mediados de marzo del 2015. Fort Myers, Florida. No hace falta ser un genio para ver que el roster de los Red Sox es de todo menos equilibrado. Mucho bate y dudas en el pitcheo.

En las posiciones de campo nos encontramos con una extraña mezcla. Por un lado una serie de curtidos veteranos que ya han dado sus mejores cabalgadas. En la otra parte un grupo de rookies que apenas cuentan con uno o dos años de experiencia en las Mayores. Entre los primeros están Ortiz, Pedroia, Victorino, Napoli, Hanigan o Nava. Entre los segundos destacan Bogaerts, Betts, Castillo o Holt. Solo dos jugadores escapan a esta clasificación. Dos caras nuevas llamadas a marcar las diferencias. Los dos grandes fichajes del GM Ben Cherington en la agencia libre: Hanley Ramírez (88 millones por cuatro años) y Pablo Sandoval (95 millones por cinco años).

En la rotación también se intuyen cosas raras. Después de la salida de Lackey y Lester en el verano del 2014 parecía una obligación fichar a un abridor estrella. Los despachos no lo han visto necesario. Han optado por una rotación en la que abundaban treses y cuatros, quizás con suerte algún dos. Pero no hay un claro número uno. ¿Porcello, Kelly, Buchholz, Miley o Masterson? ¿Quién va a ser el ace?

Una rotación así sería justificable si el equipo contara con un bullpen profundo y de garantías, pero no es el caso. En 2014 los relevistas de los Red Sox lograron un ERA de 3.33, el décimo segundo mejor de la MLB.


De la tabla anterior solo Uhera, Tazawa y Breslow siguen en el equipo de cara al 2015. Para cubrir las bajas se ha decidido confiar en la granja y en un par de contrataciones: Ogando y Ross.

No hay ninguna duda de a que van a jugar los Red Sox en el 2015. A pegar más que el rival mientras se espera que los lanzadores no lo hagan especialmente mal. Si el pitcheo no colapsa la ofensiva de Boston se encargará de doblegar a los contrarios a golpe de bate. La idea es sencilla, pero arriesgada.

Siete meses después se puede decir que la temporada ha sido un desastre. Sobre el papel es muy sencillo hablar. Es muy fácil mirar las estadísticas y decir que con estos pitchers vamos a permitir tantas carreras de media mientras que nuestra ofensiva va a promediar una mayor anotación que nos va a permitir ganar. El problema está en que si el pitcheo funciona peor de lo esperado los bateadores empiezan a dudar. La necesidad imperiosa de tener que conseguir un hit en cada turno de bateo puede crispar los nervios de cualquier jugador.


Como vemos en la tabla anterior a medida que el rendimiento de los lanzadores fue mejorando y estabilizándose la confianza de los bates aumentó. Un equipo de béisbol se debe empezar a construir desde el pitcheo y la defensa. Una buena rotación, un buen bullpen y un buen fildeo pueden sobrevivir a una mala ofensiva. Lo contrario es muy complicado.

Después de un mes de abril dubitativo en el que los Red Sox terminaron segundos de su división llegó un mayo negro que relegó al equipo a la última plaza. En estos dos primeros meses de competición la ofensiva estuvo muy lejos de lo esperado y el pitcheo fue una calamidad. Durante abril la ERA de los abridores fue de 4.94 para Kelly, 5.16 para Masterson, 5.34 para Porcello, 5.76 para Buchholz y 8.62 para Miley. Si los Red Sox consiguieron sacar partidos adelante fue por un inicio espectacular de Hanley Ramírez. El dominicano bateó .293 con diez cuadrangulares y veintidós remolcadas en su primer mes como patirojo.

La llegada de Willis fue clave
para la mejora del pitcheo.
Ya hemos comentado que mayo no empezó muy bien. Esto empujó a la dirección a tomar medidas drásticas. Ciertos sectores de la prensa llegaron a sugerir  la destitución de John Farrell, pero finalmente se apostó por tocar una pieza de menor importancia. Juan Nieves fue despedido como pitching coach y en su lugar llegó Carl Willis.

Poco a poco se fue notando cierta mejoría. La entrada del joven Eduardo Rodríguez en la rotación supuso un soplo de aire fresco al mismo tiempo que los poderosos bates del equipo entraban en calor. Un buen mes de junio devolvía la ilusión a la Red Sox Nation y hacía posible creer en la remontada. Cuando llegó el fin de semana del All Star el récord de Boston era de 42-47, a "solo" seis partidos de los Yankees. Un desastroso 5-15 en los veinte partidos siguientes desvanecía cualquier opción.

Sandoval y Hanley. Tanto monta, monta tanto.
Si antes hemos comentado que Ramírez empezó como un tiro ahora toca decir que ha medida que avanzó el verano su rendimiento bajo hasta límites insospechados. Su producción ofensiva fue decreciendo hasta un promedio de .183 y cero cuadrangulares después del partido de las Estrellas. Tampoco Sandoval se movía cerca de los números a los que nos tenía acostumbrados. Su promedio de bateo en sus ocho años de experiencia en las Grandes Ligas es de .288, esta temporada terminó con un discreto .245. Pero el mayor problema de ambos ha sido su defensa. La estadística avanzada los sitúa entre los peores defensores del 2015 y Fangraphs fija su war en -2.0 para Sandoval (el peor de la MLB) y -1.8 para Ramírez. Los dos fichajes destinados a tirar del carro no solo no han cumplido en ataque sino que han sido un lastre en defensa.

Cuando llegó el 31 de julio, fecha límite de traspasos, el equipo malvivía en el fondo de la tabla con un pobre 46-58. A pesar de que los nombres de Hammels y Kazmir sonaron para reforzar la rotación la dirección deportiva optó por no hacer incorporaciones y desprenderse de algunos contratos importantes. Así que Napoli volvió a Texas, Nava marchó para los Rays y Victorino se unió a los Angels.

En agosto, con poco que hacer en lo deportivo, se producían un terremoto institucional. Primero Larry Lucchino, hombre fuerte de la franquicia en los últimos trece años, anunciaba su dimisión como Presidente y CEO. Su sustituto, al menos en las labores administrativas, era Sam Kennedy, un hombre de la casa con experiencia como gestor pero con una nula formación deportiva. Para cubrir esta carencia se especulaba con la posibilidad de promocionar a Ben Cherington de GM a Presidente de Operaciones Beisbolísticas, pero finalmente sucedía algo más inesperado.

El elegido como mandamás del área deportiva era el ex directivo de los Tigers Dave Dombrowski.  Esto terminó por poner los ojos de todo el mundo en el 2016. Lo que quedaba de temporada quedó en un segundo plano y empezaron a correr ríos de tinta sobre lo que la llegada de un "win now" guy como Dombrowski podía suponer. Básicamente se hablaba de un posible desmantelamiento del farm system con el objetivo de incorporar jugadores contrastados que hicieran competitivo al equipo en el corto plazo. Para más información consultar el artículo publicado en este mismo blog el pasado 28 de agosto y titulado ¿Cómo encajará Dombrowski en los Red Sox?

Dombrowski tiene la difícil tarea de volver a
convertir a los Red Sox en un equipo ganador.

También en agosto se producía una terrible noticia. A John Farrell le era diagnosticado un linfoma. El manager aparcaba el béisbol y se centraba en un tratamiento de quimio que afortunadamente ha salido bien. Si todo sigue su curso Farrell volverá al dugout el año que viene.

Tanta inestabilidad en los institucional no repercutió de manera negativa en el juego, sino todo lo contrario. Con Terry Lovullo como sustituto provisional de Farrell el equipo firmó sus mejores partidos. La rotación se asentó mucho más y vimos la mejoría de Kelly y Porcello, así como la irrupción del joven Henry Owens. La defensa también se vio beneficiada por la entrada de dos nuevos jardineros en el fildeo habitual. Bradley Jr. y Castillo eran dos jugadores que no habían terminado de despegar en años anteriores, este final de temporada se convirtieron en escuderos de lujo de un Betts espectacular.

Al tiempo que la defensa mejoraba los bates empezaron a producir a gran nivel. Los mismos Betts, Castillo y Bradley Jr., así como un gran Bogaerts, un inesperado Shaw y un eterno Ortiz, que alcanzaría la mágica cifra de 500 home runs, espoleaban a los Red Sox. La orgía ofensiva de Boston llegaba a su clímax a mediados de agosto. En dos partidos contra los Mariners el lineup patirojo anotó treinta y siete carreras.

El buen rendimiento del equipo en los últimos instantes hizo que por momentos se coqueteara con la cuarta plaza e incluso se rozara la tercera, pero finalmente se terminó en una merecidísima última posición. Por tercera vez en cuatro los Sox acaban la temporada regular como sotaneros de la división. Y con el cuarto presupuesto más alto de la MLB.

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